Les cuento, Danielle Laporte es mi gurú de “truth bombs” (bombas de verdad) y mercadeo en línea (si, porque los terapeutas también nos mercadeamos en las redes) y trato de aplicar tanto de su filosofía como puedo a mis páginas, a lo que escribo y a mi vida personal y profesional.
En su artículo “The euphoria of admitting when it sucks” (La euforia de admitir cuando apesta) habla acerca del arte de rendirse, fracasar y saber cuándo suficiente es suficiente (o demasiado). Me pareció que el tema resonaba tanto con los sinsabores que a veces nos suceden en este tema tan simple y taaaaan complicado de las relaciones, que decidí que su mejor lugar estaría aquí. Les comparto…
En su artículo “The euphoria of admitting when it sucks” (La euforia de admitir cuando apesta) habla acerca del arte de rendirse, fracasar y saber cuándo suficiente es suficiente (o demasiado). Me pareció que el tema resonaba tanto con los sinsabores que a veces nos suceden en este tema tan simple y taaaaan complicado de las relaciones, que decidí que su mejor lugar estaría aquí. Les comparto…
La premisa es sencilla: a veces las cosas simplemente no funcionan y hay que saber cuándo es hora de irse a casa, ya sea con la frente en alto, ya sea con el rabo entre las piernas. Créanme, ambas opciones son mejores a quedarse y seguir tratando de que lo que no funciona funcione (si, la trillada y desgastada definición de la locura).
El tema es que somos humanos, humanos somos, y nos cuesta desapegarnos y despegarnos y decir adiós y cerrar capítulo y seguir sin mirar atrás (la curiosidad de mirar nos mata, nos convierte en estatuas de sal como a la esposa de Lot en el Viejo Testamento o nos sume en un eterno sueño como a Psiquis en la mitología griega), sin la tentación de preguntarnos qué pudo haber sido, o si todavía podría ser. De esto están hechos nuestros fantasmas de lo que fue y pudo haber sido.
Danielle Laporte nos recuerda lo importante de definir la autorrealización en nuestros propios términos, es decir, olvidarnos de todo aquello que se espera de nosotros (pareja incluida, que es la parte más difícil) y enfocarnos en lo que esperamos de nosotros mismos (¡siiii, ser egoístas! ¡No es mala palabra y lo seguiremos repitiendo hasta que lo asimilemos!). Si no funciona, tenemos el permiso y el derecho a decir “hasta aquí”, aunque cueste un mundo asimilar el concepto (si, se que cuesta un mundo hacerlo; también se que se puede hacer, aunque cueste un mundo).
Como quien se quita una curita: más rápido, mejor. Para Danielle Laporte, renunciar es una forma de iluminación.
Somos una sociedad de curitas, las necesitamos para tapar la herida y creo que nos da mucho miedo quitárnosla y descubrir que nuestra herida es más o menos como el famoso gato de Schrödinger, es decir, no podemos saber si la herida sigue abierta o ya cicatrizó hasta remover la curita, y siento que nos aterra por igual cualquiera de las dos opciones, ¿ustedes que piensan?
A veces preferimos dejar la curita ahí, pensando (y vaya pensamiento mágico que es este) que si la dejamos ahí suficiente tiempo, es decir, aguantamos un poco más y un poco más después de eso, vamos a remover la curita y no habrá ni herida ni cicatriz, ausencia total de algo que nos indique que algo pasó (si, hacer inconsciente lo consciente, bien reprimido o negado, así como nos gusta tanto a los seres humanos).
Danielle Laporte piensa que somos inteligentes si logramos ver que algo simplemente no trabaja, no funciona, como a mí me gusta decir: no fluye. Danielle Laporte piensa que somos brillantes si renunciamos y seguimos adelante. ¿Difícil arte ser brillante, no? No se preocupen, la iluminación es más viaje que destino, más aprendizaje en proceso que lección aprendida. Ah, y lo que no brilla hoy, quizás brillará mañana, vale la pena esperar, ¿no creen?
Namaste. - Izzy
Fragmentos extraídos del artículo “The euphoria of admitting when it sucks” por Danielle Laporte: http://www.daniellelaporte.com/reprise-euphoria-of-admitting/
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