sábado, 25 de enero de 2014

Hay que amarlas, no entenderlas.

¡Hola! Les comparto el artículo: "Hay que amarlas, no entenderlas", por Rella Rosenshain y publicado hoy en Vivir+ de La Prensa, en el que tuve la oportunidad de colaborar. Espero les guste.




Las mujeres son tachadas de complicadas. Bien lo dijo el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, al plasmar en una de sus obras el siguiente pensamiento: “He aquí la gran incógnita que no he podido resolver, a pesar de mis 30 años de investigación sobre el alma femenina: ¿Qué es lo que quiere la mujer?”

Siguiendo esa línea, un estudio encontró que la felicidad de una pareja matrimonial depende en gran medida de la mujer y qué tan rápido olvida el enojo que podría producir una pelea entre ambos. La investigación halló que entre más rápido la mujer pase la página y deje atrás el motivo de la discusión, más feliz será el matrimonio en lo que se refiere a durabilidad y satisfacción, publicó Emotion, el periódico de la Asociación Psicológica de EU.

En cambio, la investigación realizada por científicos de la Universidad de California en Berkeley encontró que si el esposo cedía más rápido y dejaba a un lado su enojo, ello no influía en gran medida en el éxito de la relación. La muestra estuvo conformada por 156 parejas heterosexuales que fueron seguidas desde 1986, y cada cinco años eran monitoreadas para conocer qué tan felices eran.

LECTURA EMOCIONAL.

Para el psicólogo Rodolfo Justine, el dato que muestra el estudio es un poco “controversial” en cuanto a cómo debe ser entendido. “Que la mujer ceda más rápido es un proceso, o sea: algo que va ocurriendo a lo largo del tiempo en el contexto de ´qué´ provoca la discusión. Evolutivamente, la ´estabilidad de la mujer´ pasa por una lectura emocional de la realidad, lo cual hace que la mujer reaccione más ante una inestabilidad en la familia o en la relación”.

Que la mujer tienda a ser más conflictiva en la relación de pareja tiene que ver con un elemento evolutivo y otro neurológico; en el último, entran en juego las estructuras y vías nerviosas con que ella maneje la realidad, explica.

Los hombres y las mujeres responden de manera diferente ante conflictos, menciona el psicólogo Ezequiel Meilij. “Aunque podrían querer resolverlos, los hombres, al sentirse ansiosos e incómodos confrontándolos, prefieren evitarlos. Debido a esto, las mujeres toman un papel más activo, ya que se espera que sean quienes inicien y guíen la discusión mientras el hombre es un participante más pasivo”.

Las discusiones forman parte de la pareja y de la vida, comenta Justine. “La pareja está formada por personas que no son iguales y, en algún momento, tendrán un desacuerdo que necesite solventarse. Lo importante de una discusión es el propósito común, más allá de quién tiene la razón”, dice.

En palabras de Meilij, uno de los desafíos más grandes de la pareja es aprender a discutir (de forma positiva, asertiva y constructiva) y a negociar los desacuerdos, ya que estos, junto con los conflictos, surgirán a lo largo de la relación. “Mientras más temprano en la relación se aprenda, mejor, porque en esta etapa lo que menos se quiere es pelear y por ello se omiten muchos temas, se tapan muchos problemas y se asientan malas costumbres, hábitos malsanos y dinámicas de resolución de conflictos tóxicas. Si no pueden discutir constructivamente, se amarán destructivamente”.

Toda discusión debe tener un propósito, señala Justine, por lo cual es necesario saber cuál es su objetivo. Para que la situación se maneje adecuadamente, recomienda escuchar a cada parte, “no asumir lo que la otra persona quiere decir; si no entiende, pregunte. Si no logran ponerse de acuerdo o alguno de los dos insiste en llevar la conversación hacia una pelea, visiten un terapeuta idóneo de parejas”.

Meilij añade que para cultivar la relación, el deseo, la complicidad, la seducción, la profundidad (aportada a la relación mediante el amor y la ternura), y la intensidad (aportada en la sexualidad) son claves.

Este artículo fue publicado originalmente en Vivir+ de La Prensa, el sábado 25 de enero, 2014. Enlace original: http://www.prensa.com/impreso/vivir/hay-que-amarlas-no-entenderlas/265319

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