domingo, 5 de enero de 2014

Viudos, divorciados… ¿o quizás tan solo solteros?

Curiosos gradientes de subjetividad aplicamos a nuestras pérdidas los seres humanos y si, de vez en cuando la semántica me mueve y conmueve lo suficiente como para escribir al respecto.

Somos una sociedad aterrada por la pérdida y por la soledad. En mi corto tiempo de retornar a consultas desde que elaborase mi tesis de maestría, me he sorprendido de las veces que me he encontrado con este fenómeno del “más vale malo conocido que soledad por conocer”. 

Perder nos cuesta. Soltar nos pesa. Estar solos nos mata, a veces lentamente, a veces de forma fulminante. Y así, es fascinantemente extraña y bizarra la manera en que el valor que damos a la pérdida de la pareja se refleja en nuestra semántica.

Para las pérdidas que no involucran el perder a la persona amada, a veces es simple cuestión de poseer (irónicamente, al dejar de poseer o haber perdido) el prefijo adecuado, en este caso un “des”. Si tienes empleo, eres empleado, si lo pierdes, eres “desempleado”. También puede ser un “dis”, si eres “discapacitado”, aunque esto ya de por sí es muy subjetivo, todo hemos conocido a personas “discapacitadas” que parecen ser mucho más capaces que muchos no-discapacitados.

Hay descarriados, desahuciados, desquiciados, desviados, desterrados, destruidos, desintegrados y en todos ellos ese “des” implica o sugiere la falta, la ausencia o la pérdida de algo, el estar incompletos.

Pero en el caso de la relación de pareja, sucede un fenómeno muy particular. Partimos de un estado base, el estar solteros, pero no siempre parecemos regresar a él tras sufrir una pérdida, sea esta la pérdida de una relación, de la persona, del vínculo, del alma gemela, de la media naranja, de la esposa o el esposo, de la novia o el novio, de la persona amada u odiada, como sea que necesiten etiquetarla para procesar esto.

Si te divorcias de tu pareja, eres (o estás) divorciado. Si tu pareja muere (y estaban casados), eres (o estás) viudo. Lo fascinante aquí es la necesidad de encontrar una palabra única y particular a estos dos estados, porque fácilmente podríamos decir que simplemente hemos regresado al estado base: estar solteros.




Ahora bien, ¿somos o estamos? Aquí la semántica se vuelve interesante, porque dependiendo del caso puedes 'estar' divorciado o viudo o 'ser' divorciado o viudo. Si lo pensamos subjetivamente, cada uno tiene su connotación particular, y dejarás que'divorciado' o 'viudo' te defina más o menos dependiendo de cuál palabra le anteceda, no es lo mismo estar divorciado que serlo (o como yo digo, no ERES divorciado, no ERESviudo, simplemente ESTAS soltero). Claro, a menos que elijas no quedar, estar ni ser ninguno de los anteriores y simplemente quedar, ser o estar soltero. Eso sí, créeme que la sociedad no te va a dejar salirte con la tuya tan fácilmente, a nadie le gusta un rebelde que osa no llevar el debido rótulo o etiqueta de su luto por la pérdida de su relación, de su pareja o del status quo impuesto por la sociedad.

Es fascinante que la muerte de la pareja (que conlleva a la viudez) y de la relación marital (que conlleva al divorcio) nos golpee tan profundamente que hayamos sentido la necesidad de encontrar sustantivos para dejar que éstos nos definan (si es que dejamos que así lo hagan), más para otros casos de pérdidas que podrían ser tanto o más significativas, tales vocablos no existen (salvo por el breve prefijo “ex” que podemos aplicar a tantas situaciones para las que no hemos sentido la imperiosa necesidad de buscarles sustantivo propio).

Si pierdes a tus padres, definitivamente serás un huérfano, ¿pero si pierdes a tus hijos, qué eres? ¿Si se murió tu mejor amigo, tu mascota, tu planta que tanto amabas y regabas todos los días, la rosa del Principito?

Como seres humanos, está en nuestra naturaleza poner rótulos, nombres y etiquetas a las cosas, a las personas, a las emociones, a lo concreto y a lo abstracto, pero es interesante lo que ocurre cuando nos detenemos un segundo y nos preguntamos por qué, ¿no les parece?

Namaste.

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