viernes, 23 de diciembre de 2016

¿Ratas de laboratorio fetichistas?


Nuestras primeras experiencias sexuales durante la infancia determinan nuestras preferencias, conductas y actividades sexuales en la etapa adulta. Esto les hace mucho ruido a algunas personas, les cuesta concebir y aceptar que la sexualidad está presente en nuestras vidas y en nuestras interacciones con nuestro entorno desde el momento en que comenzamos a existir.

Desde nuestra relación de apego materno y nuestras primeras exploraciones de nuestro cuerpo, nuestro viaje a través de las etapas orales, anales y genitales de nuestro amigo Freud y todo lo que absorbemos, vemos, oímos, sentimos, olemos y probamos de nuestro entorno va creando nuestra sexualidad, para bien o para mal.

Digo para bien o para mal porque durante nuestra infancia es el momento perfecto para que nos traumen sexualmente, y no me refiero solamente a las situaciones de abuso y agresión de naturaleza sexual, sino a los traumas que ocurren cuando nos crean una noción de culpa y vergüenza acerca de nuestra sexualidad y nuestros cuerpos cuando somos demasiado pequeños para entender por qué “es malo”, “somos malos” o “está mal” cuando nos tocamos, masturbamos o nos surge curiosidad natural por algo.

Estudios científicos con ratas de laboratorio logran acercarnos más a comprender cuanto influyen las experiencias sexuales tempranas en la conducta futura, particularmente este estudio súper interesante que descubrí mientras leía el fascinante libro “S=ex2: La ciencia del sexo” de Pere Estupinyá, el “ladron de cerebros”.

¡Liberen las ratas fetichistas!

El estudio consistía en hacer que las ratas macho tuvieran sus primeras cópulas con ratas hembras impregnadas con esencia de almendra, exponerlas luego varias veces a hembras en celo pero sin esencia y pasado un tiempo situar a los machos en celdas con ratas con olor a almendras y sin él para observar en qué grado preferían a las que llevasen perfume.

Si la preferencia por las perfumadas fuera muy notoria, significaría que las primeras experiencias sexuales pueden condicionar parte del comportamiento sexual de una rata adulta.

Efectivamente las ratas machos cuyos primeros encuentros sexuales se produjeron con hembras impregnadas con esencia de almendras, de adultas tenían una marcadísima preferencia por hembras con ese perfume. Era como si hubieran generado un fetichismo sexual por el olor a almendra. Lo mismo ocurrió cuando expusieron a machos primerizos a hembras ataviadas con chaquetas de cuero.

En el caso de la esencia de almendras y las chaquetas de cuero, nos referimos a estímulos positivos, que generan atracción, no repulsión. ¿Qué pasaría si el estimulo fuera negativo? El equipo realizó experimentos similares al anterior, esta vez con ratas impregnadas ligeramente de cadaverina, una sustancia que ahuyenta a cualquier rata.

En condiciones normales, si se colocase a un macho adulto con ratas en celo impregnadas de cadaverina y con otras que no lo están, a las malolientes ni las rozaría. Sin embargo, cuando esta situación se replica con un macho cuyas primeras experiencias sexuales hayan sido con ratas oliendo a cadaverina, no mostrará preferencia por ninguna.

En caso de rociar un extremo de su jaula con cadaverina, a diferencia de otro macho control que huiría despavorido, el macho condicionado pasaría por allí como si nada. En conclusión, el sexo logra revertir la aversión ante un estimulo programado genéticamente para resultar repugnante.

Las primeras experiencias sexuales generan una especia de impronta. Claro que en el desarrollo de la conducta sexual humana intervienen muchísimos más factores, desde biológicos a culturales; pero, desde luego, los refuerzos condicionados en la adolescencia (y la niñez) pueden influir en las preferencias adultas.

¿Da para pensar, no les parece? Esa es la idea, poder compartirles cosas que voy descubriendo y aprendiendo sobre la sexualidad humana para que podamos pensar, elaborar, procesar, cambiar paradigmas, desmitificar mitos, eliminar tabúes, ser más flexibles, librarnos de culpas y vergüenzas innecesarias y disfrutar de una sexualidad más plena y saludable. De eso se trata, ¿no? - Izzy

Fragmentos extraídos del libro “S=ex2: La ciencia del sexo” por Pere Estupinyá

miércoles, 21 de diciembre de 2016

¿Te puede gustar el BDSM sin que lo sepas?


Según Meredith Chivers, Profesora Asistente de la Universidad de Queen en Kingston, Canadá, las mentes y los genitales de las mujeres responden de manera diferente a la excitación sexual, mientras que en los hombres, las respuestas del cuerpo y la mente están más en sintonía. Es lo que se denomina “concordancia sexual”, el grado de concordancia entre las calificaciones subjetivas (nuestra percepción de estar o no excitados) y medidas fisiológicas (la respuesta de nuestros genitales ante el estimulo) de excitación sexual en hombres y mujeres.

Chivers y su equipo de investigación se tomaron el trabajo de revisar 134 estudios publicados entre 1969 y 2007, que miden el grado de concordancia entre las experiencias subjetivas de excitación sexual y respuestas genitales fisiológicas. En general, los estudios examinaron los datos recogidos de más de 2500 mujeres y 1900 hombres. Los participantes indicaron lo excitados que se sintieron durante o después de que fueron expuestos a una variedad de estímulos sexuales, llamado excitación subjetiva. Midieron las respuestas fisiológicas a los estímulos sexuales que utilizan diferentes métodos, incluyendo cambios en la erección del pene para los hombres y los cambios en el flujo sanguíneo genital de la mujer.

Medidas subjetivas y fisiológicas de los hombres de la excitación sexual mostraron un mayor grado de concordancia que en las mujeres. Para los participantes masculinos, las valoraciones subjetivas más acordes a las lecturas fisiológicas indican que las mentes y genitales de los hombres se ponen de acuerdo con más facilidad. Para las mujeres, sin embargo, las respuestas de la mente y los genitales no estaban tan estrechamente emparejados como los de los hombres, lo que sugiere una división entre los cuerpos y las mentes de las mujeres.

¡Alto, aclaración necesaria!

Antes de que las mujeres se indignen ante la premisa de que sus mentes y sus genitales están en discordancia y que los hombres se hinchen de orgullo desubicado ante la premisa de que sus mentes y genitales están más sincronizados que un monje budista a la entrada del Nirvana, ¡estamos hablando de mayores y menores grados de concordancia a lo largo de un continuo!

Hay mujeres con mayor concordancia y hay mujeres con menor concordancia; y hay hombres con mayor concordancia y hay hombres con menor concordancia. En términos generales (y recordemos siempre que la norma hace a la excepción) los hombres reportamos una mayor concordancia, pero no por merito propio (si, pongan el ego de vuelta de donde lo sacaron) sino por simple cuestión fisiológica: ante la ausencia de excitación subjetiva y presencia de excitación fisiológica, es más fácil para un hombre percibir cuando tiene una erección que para una mujer percibir cuando su vagina esta lubricando.

Después de todo, las taras, complejos, inhibiciones y culpas que tenemos acerca de nuestra sexualidad y de las cosas que nos gustan sexualmente las compartimos tanto hombres como mujeres, ¡así que acá no se salva nadie y de esto aprendemos todos!

Entonces, ¿nos puede gustar el BDSM sin que lo sepamos?

Para prueba un botón, en este caso, un botón sadomasoquista. El equipo de Chivers se propuso detectar qué aspectos específicos del sadomasoquismo general la respuesta erótica. El experimento reunió a un grupo de hombres y mujeres sadomasoquistas y un grupo de convencionales o no-sadomasoquistas (o al menos eso es lo que creían).

Les mostraron dos tipos de imágenes, unas con escenas de dolor, dominancia y sumisión sin ningún tipo de carga erótica (llamémosle sadomasoquismo no sexual) mientras que las otras imágenes también contenían un componente sadomasoquista, más desnudos, vestimentas sugerentes o personas atractivas.

Los sadomasoquistas experimentaban una respuesta de excitación erótica en ambos casos, mientras que los no-sadomasoquistas en general reaccionaban con las imágenes que incluían el componente erótico.

La parte interesante es que las mujeres que estaban experimentando una respuesta de excitación fisiológica ante las imágenes decían que no les gustaba ni excitaba lo que estaban viendo (o sea que subjetivamente no estaban excitadas, o al menos tenían la percepción subjetiva de no estarlo). Chivers observó además que algunas mujeres se excitaban fisiológicamente incluso más que con escenas eróticas similares sin componente sadomasoquista.

Ahora, esto no necesariamente significa que estas mujeres eran sadomasoquistas reprimidas o negadas. El que algo nos excite fisiológicamente más no subjetivamente no significa que nos tenga que excitar, nuestros genitales nos dan una señal, nuestra mente decide qué hacer con ella.

Lo que si significa es que si una persona estuviera predispuesta a explorar algunos aspectos del sadomasoquismo con su pareja, quizás podría descubrir alguna faceta nueva y muy interesante de su sexualidad.

Mientras se haga con respeto, consentimiento, igualdad, confianza y seguridad, vale la pena explorar, ¿no les parece? - Izzy

Fragmentos extraídos del artículo “Agreement of Self-Reported and Genital Measures of Sexual Arousal in Men and Women: A Meta-Analysis” por Meredith Chivers, Michael Seto, Martin Lalumiere, Ellen Laan y Teresa Grimbos y del libro “S=ex2: La ciencia del sexo” por Pere Estupinyá.

lunes, 19 de diciembre de 2016

¿Mentes y genitales en desacuerdo?

Con todas las distorsiones cognitivas, creencias irracionales, pensamientos rígidos, tabúes y miedos con los que nos crían y educan desde la infancia en relación al sexo, no es de extrañar que lleguemos a adultos con un conocimiento muy pobre acerca de nuestra sexualidad, nuestros genitales y aquello que nos gusta y excita versus lo que no. Tenemos muy pocos permisos para explorar y explorarnos, así nuestra sexualidad crece a la sombra de la culpa y el miedo.

Podemos aprender mucho de nuestros cuerpos y genitales, si les damos permiso de enseñarnos y nos damos permiso de aprender, sobre todo acerca de aquellas cosas que pensamos no nos excitan, o al menos eso nos dice nuestra mente, mientras que nuestros genitales nos envían una señal muy alta y clara de que quizás no sea tan así…

Lo que ocurre, como descubrí leyendo el fantástico libro “S=ex2: La ciencia del sexo” de Pere Estupinyá, es que la reacción de nuestros genitales no siempre concuerda con nuestra percepción subjetiva de estar excitados. Nuestra mente puede decidir que algo no nos gusta, no nos atrae y no nos excita mientras nuestro cuerpo y genitales bailan al son de su propia tonada. ¡No nos asustemos, esta es una excelente oportunidad de retar nuestros miedos, desaprender lo que nos enseñaron mal acerca de nuestra sexualidad y aprender lo que realmente nos gusta, nos atrae, nos enciende, nos prende, nos excita… sin tanto tabú, inhibiciones y penas! ¿Nos atrevemos?


Ahora bien, ¿qué es la concordancia sexual? Es el grado de correspondencia entre la respuesta fisiológica de nuestros genitales y la experiencia subjetiva de sentirnos excitados o no. Es decir, los genitales pueden reaccionar a estímulos que nuestra mente no interpreta ni experimenta como excitantes y no ser conscientes de ello.

La concordancia sexual entre mente y genitales femeninos es mucho más limitada que en hombres. Esto se debe, al menos en parte, a que en los hombres es más fácil identificar un principio de erección y asociarlo a sensación de excitación, mientras que algunas mujeres no saben si han lubricado hasta que se tocan.

¡Esto no significa que todas las mujeres experimentan discordancia sexual! Más bien, la diversidad de respuesta es enorme. Hay mujeres absolutamente conscientes del estado de sus genitales (concordancia alta) y otras que no (concordancia baja) y claro, un continuo de gradientes entre ambos extremos.

¿Qué influye en estas diferencias? Según estudios, la concordancia sexual está asociada a mayor nivel educativo y frecuencia de masturbación. Las mujeres que practican meditación o técnicas de relajación también suelen desarrollar mayor concordancia.

¿Y de que sirve una mayor concordancia? Simple: las mujeres con mayor concordancia se declaran más satisfechas con su sexualidad. Como indica Estupinyá:

“Conocer la respuesta de los genitales puede dar información 
útil sobre algunas fantasías  o prácticas que nos pueden 
atraer sin ser del todo conscientes de ello.”

Los hombres también le podemos sacar provecho y aprendizaje a esto, así que los reto a hacerlo, porque de la misma forma en que los genitales femeninos ponen a prueba la mente de la mujer y la obligan a repensar su sexualidad, lo mismo ocurre con nosotros, ¡solo que nuestros genitales son mucho más claros a la hora de transmitirnos el mensaje, y nosotros mucho más rápidos para hacernos los desentendidos!

¿Recomendaciones para ambos sexos? Educarnos más acerca de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad; masturbarnos más para conocer mejor nuestro cuerpo, nuestros genitales y qué nos excita; atrevernos más a explorar esas fantasías y prácticas que nos excitan, provocan morbo y/o curiosidad (¡siempre con respeto, consentimiento, igualdad, confianza y seguridad!) y, por qué no, practicar meditación y/o técnicas de relajación, ¡mal no nos viene! Ah, y todo esto lo podemos hacer solos o en pareja. - Izzy

Fragmentos extraídos del libro “S=ex2: La ciencia del sexo” por Pere Estupinyá.

sábado, 17 de diciembre de 2016

¿El sexo nos hace sentir más felices?


¿Ustedes qué opinan? ¿El sexo nos hace sentir más felices? Yo creo que definitivamente si, es más, la pregunta hasta está de sobra, pero siempre es bueno cuando la ciencia nos confirma lo que ya sabemos, ¿no?

Un estudio dirigido en 2010 por el psicólogo de Harvard, Daniel Gilbert, busco responder esta pregunta instalando una aplicación en los smartphones de 2250 hombres y mujeres. El app les preguntaba en momentos aleatorios qué estaban haciendo y cuán felices se sentían (en una escala del 1 al 100).

Encontrarse en una relación sexual ocupaba el top de los tops de la satisfacción y la felicidad, con un puntaje promedio de 92, llevando a la conclusión que el sexo es la actividad que nos hace sentir más felices, al menos de forma temporal.

Aquí hay otras actividades que también proporcionan una medida de felicidad:

- Trabajar (casi al final de la lista, con 61)
- Leer, ver televisión, cuidar a los hijos, oír las noticias (65)
- Comprar (decimo lugar, 68)
- Pasear, rezar, meditar, comer (séptimo lugar)
- Escuchar música (quinto lugar)
- Conversar (tercer lugar)
- Hacer ejercicio (segundo lugar, 77)
- ¡TENER SEXO! (primer lugar, 92) ¡Weee!

Claro, la felicidad es subjetiva, y cada uno la vivencia a su manera. Seguro para muchos tener sexo no es lo que los hace más felices, ¿y saben qué? ¡Eso no tiene nada de malo! Recuerden que estos estudios nos cuentan más sobre nosotros, en términos generales, en promedios, en tendencias, ¡nunca en absolutos! Y además, la norma hace la excepción. ¿Lo importante? Ser felices, lo más felices posibles, y si el sexo ayuda, ¡mucho mejor! - Izzy

Fragmentos extraídos del libro “S=ex2” por Pere Estupinyá.

viernes, 16 de diciembre de 2016

¿Cómo se sabe cuando hay sexo con amor?


¿Cuándo hay sexo con amor? ¡Qué buena pregunta! Creo que el amor se siente en el sexo cuando también está presente en todos los demás aspectos de la relación. Cada parte impregna la otra, le inyecta parte de su esencia y se nota cuando está y se siente cuando falta. El amor aporta profundidad a la relación de pareja, mientras que el sexo le aporta intensidad. ¿En qué medida? Bueno, supongo que eso varía de pareja en pareja, y no es que haya una mezcla perfecta o exacta, sino más bien la que mejor funcione para cada pareja, y para cada uno de sus integrantes. Digamos que mitad y mitad es una buena base, y seguro no se mantiene siempre estable a lo largo de la relación, pero lo importante es que ambos aspectos estén presentes en mayor o menor medida.

Una relación puede seguir ante la ausencia de alguno de estos dos elementos, pero no deja de ser una relación incompleta. Lo interesante de esto es que muchos pensamos que la falta de amor “mata” una relación antes que la falta de sexo, pero en realidad ocurre lo contrario, es más probable que una relación sucumba por la falta de intensidad que por la falta de profundidad.

Digamos que el amor, la profundidad, es el combustible de la pareja, mientras que el sexo, la intensidad, es esa chispa que enciende el motor. Por más lleno que esté el tanque, si no hay chispa, ese motor no va a arrancar. “¡Pero hay muchas relaciones que sobreviven a pesar de la falta de sexo!” dirán muchos. Si, quizás, pero sobreviven, no viven. Y sobreviven porque nos han vendido esta idea, nos la han taladrado en la cabeza desde que somos infantes de que al amor lo puede todo y el sexo, bueno, el sexo es algo secundario.

Piénsenlo, es más fácil imaginar terminar una relación porque no hay amor que porque no hay sexo. ¿Por qué? Bueno, aunque nos sintamos mal por la carencia de cualquiera de los dos elementos, por toda esa enseñanza distorsionada de que el amor es todo pureza y el sexo es algo sucio, nos hace sentir especialmente hijos de puta el ponerlo por encima del amor (¡o siquiera cerca!) en nuestra escala de valores o necesidades o aspectos no negociables de una relación.

La parte complicada de esto, y si, hay una parte complicada, muy complicada, es que estos elementos no solo aportan a la relación, sino que tienen una dinámica entre sí. El amor le da profundidad a la relación y le da profundidad al sexo, y el sexo le da intensidad a la relación y le da intensidad al amor.

Entonces, falta un elemento, o hay un desbalance en esa mezcla de combustible tan particular que nos enciende, que enciende a nuestra pareja y enciende nuestra relación, y empezamos a cojear de una pata. Y si lo que falta es sexo, es más probable que tratemos de disimular mas la renguera que si se tratase de falta de amor, no vaya a ser que nuestra madre, padre y espíritu santo introyectados en nuestro súper yo (o estado del ego padre) se vaya a enojar con nosotros por atrevernos a darnos el permiso de considerar nuestra sexualidad como una parte importante, vital e integral de nuestra vida y de nuestra relación de pareja.

Regresando al tema, ¿cómo sabemos si hay amor en el sexo? Bueno, porque hay amor en otras cosas, las cosas de todos los días, los detalles grandes y pequeños que se comparten: la amistad, la complicidad, la compañía, la conexión, los planes conjuntos, las metas propias y compartidas, la admiración, la fascinación, las tardes caminando por el parque, las noches viendo The Big Bang Theory y comiendo hamburguesas con papas fritas hechas en casa, las cenas de sushi, el llanto y la risa compartidos, las peleas (inteligentes, si son afortunados) que terminan en tremendas sesiones de “make-up sex”, en fin, ¡TANTAS COSAS!

Si no hay nada de esto, o muy poco, o no lo suficiente, quien sabe, quizás solo están teniendo sexo, y eso no tiene nada de malo, si es algo que está claro y consensuado entre los dos. Pero si estás buscando amor en tu sexo y sientes que falta, probablemente es tu intuición o instinto jalándote las mangas de la remera o la basta del pantalón, tratando de avisarte que algo pasa, algo falta, algo. Ah, y el amor a veces es ciego y el sexo a veces nos ciega, ¿pero el instinto? El instinto tiene vista 20/20 y es bien difícil engañarlo. - Izzy