martes, 14 de enero de 2014

¿El tamaño de nuestros testículos favorece la monogamia?

El 2013 fue, entre tantas cosas, mi año para empaparme en el tema de parejas. Tuve la oportunidad de escribir y hablar sobre el tema en diversos medios, leí mi primer libro de terapia de parejas y aprendí muchísimo sobre el tema a través de diversos seminarios, congresos y conferencias a las que asistí. ¡Qué lindo es poder seguir aprendiendo cada día más, pero me salgo del tema, jajaja!

Una pregunta que surge siempre que hablamos del amor, las relaciones, el sexo y las parejas es: “¿Los seres humanos somos monógamos o polígamos?” La dinámica “fidelidad/infidelidad” nos fascina y debido al estigma de ser infieles, por supuesto que es muy difícil (si no casi imposible) obtener datos objetivos que nos permitan saber más sobre el fenómeno.

Supongo que cada quien tiene su idea (y su filosofía) al respecto, y yo me adhiero al pensamiento de Walter Riso al respecto: “Somos polígamos (y/o infieles) por naturaleza y monógamos (y/o fieles) por decisión propia.

Sin embargo, la evolución, que es más sabia e inteligente que nosotros, tiene sus propias ideas al respecto…


¿Promiscuo, yo? ¡OMG! ¿Qué me delató?


El tamaño relativo de los testículos en el macho a menudo refleja los diversos sistemas de apareamiento. Para las especies con sistemas de apareamiento promiscuos, donde muchos machos se aparean con muchas hembras, los testículos tienden a ser relativamente grandes. Aparentemente, esto se debe a la competencia por el esperma, es decir, machos con testículos más grandes producirán más semen y por ende, tendrán una ventaja competitiva a la hora de impregnar a las hembras con las que se apareen. Tal es el caso de los chimpancés, quienes tienen un sistema de apareamiento promiscuo y testículos grandes en comparación con otros primates.

En las especias poligínicas, donde un solo macho controla el acceso sexual a las hembras, los testículos tienden a ser más pequeños. Esto se debe a que, como un solo macho defiende el acceso al grupo de hembras, se elimina la competencia por el esperma. Este es el caso de los gorilas, los cuales a pesar de su inmenso tamaño tienen testículos proporcionalmente más pequeños que el resto de los primates.

Los seres humanos caemos en un punto medio del continuo, al considerársenos una sociedad con un sistema de apareamiento monógamo, acompañado de cantidades “moderadas” de no-monogamia sexual. Debido al estigma asociado a la infidelidad, es muy difícil obtener datos sobre la prevalencia real.

Ahora bien, ¿por qué la evolución favoreció los testículos moderados en los machos humanos? Si bien será difícil que lleguemos a una conclusión respecto a si los seres humanos somos monógamos o polígamos por naturaleza, al menos para ésta, la monogamia parece ser la mejor respuesta desde la perspectiva evolutiva.

Hay una diferencia critica entre los bebés primates y los bebés humanos, estos últimos nacen sin haberse desarrollado por completo, particularmente sus cabezas y cerebros, ya que de lo contrario, no pasarían a través del canal de parto. Estos nos hace particularmente indefensos y vulnerables cuando nacemos, ¿y qué mejor defensa que tener ambos progenitores velando por nosotros en la infancia? Esto se logra mediante la estrategia de la monogamia.

¿Saben de qué otras estrategias se valió la evolución para asegurar la monogamia de nuestros ancestros? 

- A diferencia de otras especies, la hembra humana siempre está en celo, por lo que al estar siempre disponible sexualmente para el macho aumenta las posibilidades de que este se quede a su lado tras el nacimiento de los hijos. 

- Además, cuando dejamos de caminar en cuatro patas, la posición de la vagina y el clítoris en la mujer cambió, cambiando la posición en que tenemos sexo. Mientras que los demás primates machos copulan por detrás, nosotros lo hacemos de frente, y esto nos permite no solo vernos, ¡sino también comunicarnos, conocernos y enamorarnos locamente los unos de los otros y no querer pensar, ver ni estar con nadie más!

- Y como broche de oro, al conectar físicamente, nuestro órgano afectivo y sexual más poderoso (nuestro amadísimo cerebro) segrega oxitocina, la hormona favorita de los psicólogos, la hormona del amor y del apego. 

Ya saben, quizás el tamaño de nuestro pene no importe, pero el de nuestro testículos si, al menos a la hora de favorecer la monogamia. ¡Namaste!

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