Un par de entradas atrás, compartí acerca de si nos puede gustar el BDSM sin saberlo, obviamente un tema que va muy por el lado de la sexualidad, ¿Qué tiene que ver esto con las rupturas y los duelos? Bueno, es muy simple, independientemente de que tanto nos guste o no el sadomasoquismo en la cama, a la hora de las rupturas, parece que a todos se nos da por volvernos masoquistas, ¿o no?
Parecemos monjes de la era medieval, auto-flagelándonos por nuestras “culpas” y “pecados” que seguramente provocaron que cayéramos de gracia, o en desgracia, y nos quedáramos solos. Adivinen que, hay mejores maneras de romper sin romperse en el proceso que jugar al rol del sacerdote auto-flagelador, es hora de ser un poco más misericordiosos con nosotros mismos y aprender formas más saludables y adaptativas de manejar nuestro proceso de ruptura/duelo sin torturarnos por el camino.
Al dolor no lo vamos a evitar, es una parte del proceso, digamos que es una de tantas pruebas que debemos superar durante la ruptura. A la que si podemos evitar es a la prima toxica del dolor, la obsesión, que también parece ser hermana por conveniencia del auto castigo sacado totalmente de contexto.
Y es que, si ya sabemos que nos duele que esa persona ya no esté presente en nuestras vidas, ¿Cuál es la necesidad de torturarnos o martirizarnos aun más de lo necesario? ¿Será que nos cuesta soltar? ¡Claro que sí! Nos cuesta aprender a dejar ir cosas, personas y lugares; después de todo, el reflejo de apretar y no soltar es innato en los seres humanos.
¿Y si cambiamos los latigazos dolorosos por palmaditas reconfortantes?
Dejar ir implica desapegarse a la fuerza, ¡y los seres humanos estamos apegados al apego! Los monjes budistas en su máximo estado de iluminación y trascendencia logran el desapego… ¡y nos caen de la patada! Mientras ellos van por la vida desapegados de todo, nosotros vamos cargando nuestro apego a cuestas y maldiciendo: “Monje budista de mierda, por qué no te metes el desapego por el…”
Como nos cuesta desapegarnos, o despegarnos, hacemos todo lo contrario, nos apegamos o pegamos aun mas. ¡Qué pegajosos somos los seres humanos! Ahora sí, esta “pegajosidad” está muy lejos de ser esa cualidad afectiva enternecedora (y muchas veces empalagosa, pero aun así dulce) de cuando estamos en pareja, y se parece más al comportamiento típico del “obsesionado borderline stalker”.
De la noche a la mañana nos convertimos en una mezcla de espía/detective privado/hacker/despechado/obsesivo/mártir, y delirantes, porque en nuestras mentes se nos ocurre que a nuestra ex pareja eso le va a parecer atractivo. Claro, ¿quién se resiste a un mártir despechado obsesionado?
Pasamos “casualmente” por la calle de la casa o el depa de nuestra ex pareja, les seguimos la pista en Facebook y Twitter, nos fijamos si cambio la foto o el estado en Whatsapp, marcamos su número “sin querer” (“¡No, no fue mi trasero el que marcó cuando me senté en el celular, fue el destino!”). Ya saben, cosas por el estilo. Vamos, no se hagan que seguro al menos una de la lista la hicieron.
El que busca encuentra, al menos eso dicen por ahí, y de tanto repetir los comportamientos arriba indicados, en algún momento nos vamos a topar con algo, y ese algo va a representar simbólicamente a ese látigo que estuvimos buscando para auto flagelarnos mientras repetimos como mantra: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi culpa...” ¿Y saben qué?, de repente sí, no necesariamente culpa, pero si responsabilidad, por habernos puesto en la posición de mártires obsesivos en vez de ocuparnos de lo que nos concierne: HACER NUESTRO DUELO.
Y adivinen que, el duelo no se hace a punta de latigazos. Tampoco se hace pasando veinte veces al día por la calle de nuestra ex pareja ni siguiendo sus movimientos en redes sociales en busca de una señal. Menos echándose culpas y poniéndose la etiqueta de pecadores. Cambiemos las culpas por responsabilidades y cambiemos la etiqueta de pecadores por la de seres humanos.
Cambiemos esos latigazos en la espalda que duelen por palmaditas que confortan. La idea de hacer el duelo es sentirnos mejor, poco a poco, no peor. Romper sin romperse en el proceso. Nos vemos en el camino. - Izzy
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