jueves, 3 de septiembre de 2015

Sexualidad ajena, proyecciones propias.



A veces, la sexualidad ajena nos produce ruido, mucho ruido. Es decir, nos causa incomodidad, ansiedad, molestia, ira, rabia, enojo, etc. Hacemos demandas al respecto, siendo la más común de ellas pedir, reclamar, demandar que Fulana, Mengano, Ricky Martin, Jodie Foster o nuestro vecino de al lado “salgan del closet”.

Pensaríamos que estos personajes están metidos en el closet de la casa y por eso nos provoca tanta molestia y desaire pero no parece ser el caso, ¿o sí? Si no, ¿por qué nos causa tanto ruido el tema?

Ojo, no me refiero solamente al “closet” de la orientación sexual, como si el tener X o Y orientación sexual fuera la única conducta/preferencia/inclinación sexual acerca de la cual nos da pena hablar o preferimos guardar en privado. Hago otra aclaración, aparto de este post toda conducta sexual que no encaja dentro de las tres premisas de la sexualidad sana, vale la pena repetirlas:

Premisa básica #1: Persigue tus fetiches, fantasías, etc., siempre y cuando estos sean legales, consensuales, seguros y respetuosos.

Premisa básica #2: La piedra angular de la ética sexual es la consensualidad (estamos hablando de consentir con plena voluntad y conocimiento y capacidad de discernimiento, aquí no hay áreas grises, es muy claro y muy sencillo cuando alguien consiento o no, y cuando alguien no está en capacidad de consentir).

Premisa básica #3: Aunque la experimentación sexual se alienta, el descuido no. El sexo siempre puede ser más seguro (y hablamos de seguridad física, emocional y mental, no solo evitar un embarazo no deseado o una enfermedad de transmisión sexual, ¡ojo!) y, nos guste o no, siempre será mejor ser menos kinky pero respirar más tranquilos.

Básicamente, si nos hace ruido la conducta o comportamiento sexual de alguien porque el mismo no es consensual y/o puede causar daño a su persona o a terceros, ¡estamos justificados! ¡Ya estamos hablando de otro tema muy distinto!

De no ser así, ¿por qué nos importa/molesta tanto lo que pasa en el closet de otra persona? ¿De dónde surge nuestra necesidad/ansiedad de que esa persona “salga del closet”? Aquí también se hace muy necesario diferenciar el “estar en el closet” (no mostrar o compartir algo por temor, a pesar de desear poder hacerlo) versus “privacidad” (por ejemplo, el estar completamente cómodo con nuestra sexualidad, más disfrutar o preferir mantener la misma en privado).

Aquí entra en juego la proyección.

La proyección es un fenómeno fascinante. Es la transferencia (o proyección) involuntaria de nuestro propio comportamiento inconsciente en otras personas, de forma que nos parece que estas cualidades existen en los demás (mas no en nosotros).

Cuando nuestras emociones o aspectos inaceptables de nuestra personalidad nos causan ansiedad (ruido) atribuimos estas cualidades (como mecanismo de defensa) a objetos externos y otras personas.

Existe un “gancho” que invita a nuestra proyección (nos engancha), alguna cualidad imperfecta en otros activa algún aspecto propio que busca nuestra atención. Todo aquello sobre nosotros mismos que no aceptamos o reclamamos como propio lo proyectamos en los demás.

Por ejemplo, si estamos incómodos con nuestra sexualidad (o la negamos), atraeremos personas incomodas con su sexualidad (o que la niegan) a nuestras vidas (Aclaro: estar incómodos con nuestra sexualidad no tiene que ver solamente con nuestra orientación sexual, ¿okay?), suprimiremos nuestra propia incomodidad/negación y juzgaremos a aquellos que vemos como inseguros/en negación.

Solamente cuando nos mentimos a nosotros mismos u odiamos algún aspecto de nosotros obtendremos una carga emocional del comportamiento de otra persona. Partiendo de esta premisa, resulta relativamente fácil darse cuenta cuándo estamos proyectando:

“Si la persona o cosa en el ambiente nos informa, probablemente no estamos proyectando. Si la persona o cosa en el ambiente nos afecta, probablemente somos víctimas de nuestras propias proyecciones.”

Nuestra indignación sobre el comportamiento de otros usualmente tiene más que ver con un aspecto propio aún no resuelto.

En conclusión, la próxima vez que la sexualidad ajena nos afecte, pensemos y sintamos un poquito antes de actuar, no vaya a ser que lo que realmente nos está incomodando son nuestras propias proyecciones. - Izzy

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