A veces hay temas que me quedan rondando en la cabeza y haciendo su necesario ruido y tal es el
caso para estos, desde que me toco dar mis primeras charlas (como psicólogo
clínico propiamente dicho) sobre sexualidad durante la pasada Semana de la
Psicología.
Sucede que nadie vive
en un vacío, y cuando llevamos nuestro material y lo hacemos del dominio
público e interactuamos con una audiencia de pares e iguales, revisamos,
integramos y nos hacemos muchas preguntas.
Durante mis dos
presentaciones y sus subsecuentes interacciones tuve momentos en los que
sonreía para mis adentros, sabiendo que la sexualidad en general va bien
encaminada; y por momentos me entraba un desasosiego al ver que en otras áreas,
está entre el estancamiento y el descarrilamiento.
Creo que es
inevitable. Sin embargo, hubo un par de temitas que me dejaron, como ya lo
exprese, haciendo ruido, y simplemente quería dar mi opinión muy personal al
respecto…
De embarazos adolescentes.
En un mundo perfecto,
imagino que no habría embarazos adolescentes y mucho menos embarazos no
deseados, pero definitivamente en un mundo perfecto no vivimos. Los
adolescentes cometen errores de juicio por causas múltiples que nos podríamos
sentar a enumerar por largo rato (que no es mi propósito en este momento) pero
lo que me molesta sobre el tema es la noción de algunas personas de que estas
chicas adolescentes que aun están asistiendo a la escuela secundaria (triste si
tenemos que hablar de escuela primaria) deberían perder su derecho a asistir a
clase porque “¿qué clase de ejemplo dan a los demás estudiantes?”
En primer lugar, no
creo que el rol de una estudiante embarazada sea el de “ser un ejemplo”. Su rol
como futura madre es el de prepararse lo mejor que pueda para serlo, y su éxito
por supuesto que no depende solamente de ella, sino de su sistema de apoyo
(familia, instituciones, escuela, maestros, amistades, pareja, familia de la
pareja, etc.). Su rol como estudiante es dar lo mejor de sí académicamente, con
la esperanza de que una buena educación sea un predictor positivo de un futuro
mejor, y soy un ferviente creyente de que la educación es un predictor positivo
y un factor preventivo de muchos problemas.

Otra cosa que me molesta
(y mucho) del tema es el enfoque (y estigmatización) exclusivo de la joven
embarazada, cuando obviamente para que ocurriera este embarazo tiene que
existir una contraparte masculina. ¿Qué hay del joven estudiante masculino, a él
no se le tendrían que aplicar las mismas reglas? ¿El si puede seguir estudiando
y llevando una vida normal de adolescente? Porque oigo hablar mucho sobre las
estudiantes embarazadas pero poco o nada sobre los estudiantes que las embarazan.
En este caso, se aplica un doble estándar, es decir, las reglas que aplican
para las jóvenes no lo hacen de la misma manera para los jóvenes. Si ustedes
llevan un rato leyendo mis blogs, ya sabrán que los dobles estándares no se
llevan bien conmigo. En lo absoluto.
Ni siquiera estoy
entrando al tema más delicado de cuando estos embarazos ocurren como
consecuencias de un acto no consensual (llámese abuso, violación, estupro o
incesto), pero esto me lleva a mi próximo punto…
De píldoras del día después.
El tema aquí es muy
sencillo, hay una percepción (no generalizada, no necesariamente mayoritaria,
simplemente una percepción) de que la píldora del día después es una salida fácil
para aquellas mujeres (o niñas, o adolescentes) que por x o y razón quedaron o
corren el riesgo de quedar embarazadas tras una relación sexual (que puede o no
haber sido consensual).
Médicamente conocida
como anticoncepción de emergencia, la píldora del día siguiente o píldora
poscoital, se utiliza para evitar un embarazo en aquellas parejas (o personas) que
tienen relaciones sexuales y no emplean ningún método de planificación o en
aquellas que están usando algún método no hormonal y este falla.
Hago la salvedad de
que este método también es utilizado en el caso de mujeres (adultas, niñas y
adolescentes) que han sido víctimas de abuso, violación, incesto o cualquier
forma de coito no consensual.
Existe todo el tema/polémica
acerca de que si la píldora es o no es abortiva, pero francamente, es lo que
menos me interesa en este momento, ya que es tema/polémica para las personas
alrededor (la multitud) y no para la persona involucrada: la mujer.
En el caso de Panamá,
desde hace unos años existen productos comerciales de este tipo que están
registrados y en venta.
Según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), la píldora no es abortiva. Su función es impedir que
ovule la paciente y así no ser fecundada por el espermatozoide; además, cambia
el moco cervical dificultando que penetre adecuadamente el espermatozoide. Pero
si la paciente ovuló y fue fecundado por el espermatozoide, el embarazo
continúa, aunque haya tomado el medicamento.
La efectividad de este
fármaco ronda el 85% si es utilizado dentro de las primeras 72 horas después de
la relación sexual sin protección.
La píldora del día
siguiente se utiliza cuando se tienen relaciones sexuales sin utilizar ningún
método de anticoncepción o si el método habitual ha fallado, sobre todo en los
días fértiles del ciclo menstrual (entre los día 12 y 16 del ciclo).
USO DE LA PÍLDORA SEGÚN
LA OMS:
- Cuando no se ha
usado ningún método anticonceptivo.
- Cuando ha ocurrido
una agresión sexual y la mujer no está protegida con un método anticonceptivo.
- Cuando ha ocurrido
una falla en el método anticonceptivo o este ha sido usado de manera incorrecta,
incluyendo casos en que la mujer haya olvidado tomar tres o más píldoras
anticonceptivas orales combinadas consecutivas o que haya un retraso de más de
dos semanas en la administración de la inyección anticonceptiva de
progestágeno, o cuando ha ocurrido una expulsión del dispositivo intrauterino,
entre otros casos.
En Panamá, las
autoridades del Ministerio de Salud autorizaron la venta de la píldora y el Hospital
Santo Tomás cuenta con una clínica de planificación familiar que brinda
orientación a hombres y mujeres sobre métodos anticonceptivos, incluyendo el de
la píldora del día siguiente (lo importante es que se garantiza un servicio
gratuito con carácter confidencial y en los centros de salud también es posible
preguntar por la anticoncepción de emergencia).
Los voceros de la iglesia
católica no tardaron en anunciar su oposición a la venta local de este fármaco
y el Vaticano mantiene un rechazo a la píldora del día después, pues esta
impide la implantación del embrión en el útero, lo que equivale —a su juicio—
al “pecado” del aborto. En reiteradas ocasiones han advertido con la excomunión
a quienes hagan uso del polémico método.
Yo me jacto de ser muy
respetuoso de las creencias y religiones de los demás (o al menos hago mi mejor
esfuerzo), pero aclaro que en mi carácter de psicólogo clínico y sobre todo en
temas relativos a la sexualidad, mis opiniones personales y profesionales difieren
a las de la iglesia en muchos aspectos.
Estoy leyendo “Sexoterapia
integral” de J.L. Álvarez-Gayou (Fundador y Director General del Instituto Mexicano
de Sexología – IMESEX) y esto me pareció muy importante destacarlo y
compartirlo:
“Si los profesionales de la salud desean servir
en verdad a los consultantes, deberán adoptar una actitud no valorativa y
científica en cuanto a la sexualidad que asegure lo no imposición de sistemas
de valores propios sobre los de ellos, dado que jamás se podrá establecer que
las normas propias son las de máxima universalidad; de modo que la actitud ante
la sexualidad y comportamientos sexuales de los consultantes debe ser de
respeto.”
Creo que muchas
personas en distintos ámbitos podrían beneficiarse de este enfoque, y esto
desestigmatizaría en gran medida a cualquier jovencita estudiante adolescente
que haya quedado embarazada y desee seguir adelante con sus estudios o a
cualquier niña, adolescente o mujer que por x o y razón se vea en la necesidad
de recurrir a una píldora del día después sin que se pretenda que se convierta
en “buen” ejemplo para nadie y mucho menos estereotiparla como “mal” ejemplo de
nada…
Hasta que eso ocurra,
Namasté…
Fragmentos extraídos
de: